Esta es la historia de un joven que tomó la decisión de
añadir un algo más a su vida y marcó la diferencia entre muchos, este era un
joven que se había convertido en un adolescente difícil, era instruido,
intelectual, apasionado y sensual. Se enorgullecía de ser el primero, incluso
en el mal. Se Dice que desobedecía a sus padres y maestros, que mentía y
engañaba, que cometía pequeñas fechorías, hacía trampas en el juego y se
entregaba a toda clase de excesos alcohólicos y sexuales.
Y, sin embargo, gracias a las constantes y reiteradas
súplicas de su madre para que se enmendara, trató de hallarse a sí mismo antes
de haber alcanzado el punto más bajo de su vida moral. A veces se llenaba de
vergüenza al pensar que hombres con menos instrucción que él eran capaces de
resistir las tentaciones que él era incapaz de resistir. Y puesto que era- un
hombre instruido y estaba buscando, empezó a estudiar la Biblia y otros libros
de inspiración de su época.
Aun así, perdió muchas batallas contra sí mismo. Y un día
ganó la batalla que le permitió alzarse con la victoria. Es lo que suele
ocurrir cuando una persona lo sigue intentando. Durante un período de
remordimiento en el que se sentía abrumado por los sentimientos de auto
condena, oyó por casualidad una conversación en la que una decía: “Toma y lee”.
Tomó el primer libro que tenía a la mano, lo abrió y leyó:
“Andemos honestamente, como de día; no en orgias ni en borracheras; no en casas
de prostitución ni desenfrenos; no en disputas ni envidias; al contrario,
vestíos del Señor Jesucristo y no os cuidéis de la carne para satisfacer sus
pasiones”.
Ocurre a menudo. Cuando una persona sufre una grave derrota
en una lucha consigo misma, es posible que en aquel momento esté preparada. Su
remordimiento puede ser tan emocional y sincero que tal vez le induzca a
emprender una acción inmediata y, a través de la perseverancia, le permita
cambiar y seguir el camino que le conduzca a una victoria total.
¡Ahora aquel joven estaba preparado!
Y una vez adoptada una decisión irrevocable, alcanzó la paz
de espíritu. Creía que la Potencia divina le ayudaría a superar los pecados
contra los que antes había luchado en vano y adquirió una profunda
espiritualidad. Los resultados de su vida futura lo demostraron. El joven se
entregó a Dios y al servicio de sus hermanos.
Por lo que fue o por lo que llegó a ser, es considerado
capaz de ejercer una poderosa influencia en la tarea de dar esperanza incluso a
los desesperados. Se llamaba Agustín. Y fue declarado santo.
Es bien sabido que la fuerza de la Biblia ha sido útil para
cambiar las utilidades negativas en positivas, incluso de los más negligentes
seres humanos. Y gracias a la eficacia especial de esta Palabra Escrita, éstos
se sintieron inspirados a eliminar las telarañas de su mente. Fueron limpios en
sus pensamientos y en sus costumbres. Muchos, como San Agustín, se han sentido
impulsados a arrepentirse profundamente y, como él han experimentado el deseo
de dedicar sus vidas al servicio de Dios y de la humanidad. Y muchos grandes
evangelistas han surgido de entre ellos.
“Seamos pues hacedores del bien, celosos sobre nuestras
acciones y conscientes en cada una de vuestras decisiones, redarguyámonos en comprender que no existe camino de retorno
en este sendero de la vida.”