Estos últimos días han sido muy cansados por muchas razones,
haciendo mi travesía por veces hasta caótica, con mis sueños contenidos y las
angustias que generan al sacrificar momentos que corresponden a las personas
que amo y las trunco por seguir “responsabilidades”,
los únicos anhelos son cumplir obligaciones encomendadas de un triste trabajo
que mal o bien, consume más de la mitad y medio de todos esos días.
Cada día y momento que sigo estas rutinas me consumen
hasta el cansancio, la idea de, si realmente disfruto de cada detalle que veo
pasar, o lo que alcanzo a ver en el horizonte cercano o lejano son esos
horizontes que alguna vez soñé, las ideas de mis pensamientos se encierran en
fantasías de hechos que no sé, si algún día los alcanzaré.
Los trotes del correr de mis días son como vorágines de
aguas de altamar, que a veces se rompen con frenesí en una playa pedregosa.
Observo pacientemente todo lo que alcanzan ver mis ojos, los
pequeños y grandes sucesos de un diario ya casi cansado, marcado por muchos
silencios y secretos que sabe Dios conocemos únicamente, él y yo.
Miro a mi entorno mientras veo enseñorearse a algunos amigos
creyendo que nadie se da cuenta de sus actitudes, los que dicen ser mas fuertes
o más hábiles que uno, entonces uno se queda relegado y en el olvido o es lo
que parece, día por día me convenzo que las cosas en la vida no son como
simplemente las observamos, ahora comprendo mejor un viejo dicho que me decían:
”cuídate de las aguas mansas que de las bravas siempre estaremos atentos”,
cuanta verdad encierran al sacar deducciones, como fuera esta vida si realmente
se supieran todas las cosas ocultas que a diario las tenemos que reservar, por
ética o porque simplemente se siente mejor así.
Al comenzar a escribir este fragmento no tenía ni idea de lo
que iba a escribir, ya que comencé a escribirla hace más de un mes y la dejé
por simple cansancio o no me inspiraba nada, desde ese momento hasta ahora
nunca imaginé lo que me tocaría vivir durante este último mes, pasaban las
primeras semanas de enero cuando conocí a Karen, una bella persona de
nacionalidad ecuatoriana de unos metro setenta hacia arriba, muy carismática,
siempre con una sonrisa en la cara y directa con las cosas que decía, pero al
mismo tiempo con una ternura que en muy poco tiempo me sentí como si la conociera
desde mi infancia.
Con una piel muy tersa y clara, sus labios en natural que
parecía una rosa en botón haciéndola ver perfecta, venia mil pensamientos a mi
empobrecida mente, buscaba darle sentido a las cosas que en ese momento me
tocaba vivir, era demasiado duro conocerla y después decirle adiós ya que
gracias a un milagro nos cruzamos en el camino, conversamos de todo y sin
reservas, pero así tan pronto como la vi también se fue alejando en el suburbio
de mi soledad o no sé si yo decidí abandonarla demasiado pronto.
Los que me conocen o los que creen conocerme de seguro no
comprenderán esto, precisamente a esto me refiero cuando señalo que reservamos
secretos y nadie conoce nuestras vidas sino uno mismo.
Los días transcurrían sobresaltados y tensos en el trabajo,
los gastos diarios, las responsabilidades como de casado en la casa que a veces
me matan tan solo con pensarlo.
Dios nos pone circunstancias que de seguro no serán para
tomarlas y vivirlas por vivir, pero si los permite entiendo que son por algo y
esa es una gran razón de ser, mis razonamientos a veces se alteran y tratan de
encontrarle un perfil a mis actitudes y algunas veces fracasan en el intento, a
veces no espero nada y llega, siento
estar seguro de algo y me doy cuenta que estoy equivocado, cuando pierdo las
fuerza o bajo los brazos, alguien llega a mi costado para levantarlas y darle
sentido a mis convicciones, esos ángeles que nunca faltan y siempre están a mi
entorno, por eso no tengo palabras con que describirlas solo agradecimientos
con todos ellos.
Esta vida muchas veces es como una mezcla de pasiones
robadas, amores perdidos entre sabanas ajenas y deseos exóticos, con lógicas
inversas y con matemáticas que no suman ni restan, donde no existen consejos
perfectos que seguir o reglas de vida infalibles.
Esta vida son como seres que divagan por el sendero sin
conocer el significado de ser humano, cual bestia indócil que se guían
simplemente por sus instintos, o sin reparos de si todas esas circunstancias sean convenientes alguna
vez.
Esperaba después de mucho tiempo, un abrazo aunque fingido o
un beso robado, pero no sabía el momento para esperarlo o dónde encontrarlo, ni
tampoco hallaba un lugar donde buscarlo, pero más temprano que tarde en medio
de este verano agobiante cayó una ángel del cielo trayendo consigo a miles de deleites
sobre sus alas, dándome otra razón más para creer que no todo se sueña y se
alcanza, a veces vienen por fuerza de su voluntad.
No supe que llegara tan temprano y que las coordenadas de
cada línea que se mueven delante de nuestros pasos se acercarán tanto y
estallaran como si fueran momentos perfectos, esos que nos hacen temblar el
cuerpo por descubrimiento o por pasión, que nos convulsionan al saber que
estamos nadando en corriente contraria
convirtiendo los deseos en realidades mágicas.
Pues sí, nuestras casualidades se juntaron de una forma
extraordinaria matando esas angustias de afectos contenidos por mucho tiempo,
de esas largas semanas que parecían siglos de espera, curiosidades que nos
zumbaban al oído, susurros que nos dejaban escuchar el latir de nuestros
corazones a lo lejos pero tan cerca a la vez. No nos importó si era correcto o
no, porque ninguno preguntó, éramos culpables ante la inquisición pero eso no
cambiaba la situación, estaba convencido que nadie hace las circunstancias si
no es Dios, nadie nos llena de amor si no es él, nadie nos inspira como nadie
en la vida si no es él también, dejamos libres al viento lo incontenible y así
fue.
Una semana más que se cerraba con todas las situaciones casi
tan sobrenaturales, no esperados en muchos casos pero tal vez soñados, aunque
que en el fondo de mis pensamientos las había cavilado alguna vez, pero no por
ello los había esperado como tal.
Tenía un fin de
semana muy prometedor, un viaje a casi mas de ciento treinta kilómetros al
norte de la ciudad, las emociones siempre están al tope cuando sabemos que los
días o momentos que vienen son más que interesantes y precisamente estaba ante
una situación así, llegó ese momento y
enrumbamos en medio de un dulce atardecer, acompañado de un lloriqueo que era de
mi sobrina muy pequeña que también quería ir a la aventura, no le permitimos,
porque en realidad el lugar a donde íbamos no era muy apropiado para su edad, yo estaba de copiloto con otros dos amigos más
sentados en los asientos posteriores y mi cuñado sentado en el volante como
siempre con su serenidad y sencillez, reíamos a la vez por una u otra situación
que alguno de ellos había pasado y se animaban a contarlos.
El camino fue muy agradable, cada uno compartía sus
vivencias o sus anécdotas, reíamos cuando nos parecía muy hilarante o nos
quedábamos en silencio cuando eran un poco tristes, cuando me toco contar pues
no conté nada de lo que había vivido, puesto que el entorno de mi familia
siempre han visto en mi a una persona muy centrada y seria, sería muy
contraproducente contarles algo que puedan escandalizarlos o puedan dañar a su
a moral, así que solo alcance a decir que estaba muy cargado de trabajo y esa
era toda mi vida por el momento.
La noche nos alcanzó antes de llegar al destino, el camino
en parte era agobiante porque habían unidades pesadas, retroexcavadoras,
cargadores frontales y otras maquinas más, empleadas para hacer el asfaltado de
toda esa vía, no previmos nada de eso, ya estábamos en medio de ello, solo
quedaba seguir adelante, con mil peripecias, silencios de momentos prolongados
y en medio de una luna llena impresionante que abrazaba con su brillo nuestras
expectativas, llegamos al lugar, faltando
pocos minutos para ser las diez de la noche.
El lugar no era precisamente como me habían comentado, era
un valle con cumbres muy empinados que se levantaban a ambos lados del río, veía
por los cristales de las parabrisas el fondo de ese valle iluminados tenuemente
por el resplandor de esa bendita luna, mientras se dejaba oír claramente el
susurro del rio al que al fin teníamos que enfrentarnos, me apresuré en abrir la puerta del vehículo
mientras sentía invadirme un frio muy
seco que calaba desde mis manos hasta mi rostro, descendí con muchas ganas de
hacer lo mejor que podía hacer, comencé a desvestirme para cambiarme de ropa,
de algún modo tenía que usar algo más apropiado para sumergirme en el agua, que
hasta ese entonces solo me hacía la idea, si realmente era fría o no
Ya con todas las puertas abiertas, hasta la puerta posterior
de los vehículos, nos cambiamos casi en silencio, uno que otro me animaba
señalándome que era mejor que todos de ahí en la pesca, yo era el único de mi
grupo que conocía mejor de todo esto y no podía vacilar mucho dependía de mí el
éxito o el fracaso, ya con las ropas cambiadas, sintiendo el frío cada vez más
fuerte, me encomendé a Dios como siempre acostumbro hacerlo y me sumergí de a
pocos en ese río de agua helada en una
noche impredecible listo para hacer de mi noche, las pesca más fructífera de
todos estos tiempos, pues sí, el viaje tan largo fue tan solo con ese objetivo,
pescar truchas, el sabor de este pez de agua dulce es una exquisitez para los
que alguna vez saboreamos su carne, la ambición por pescarlos era la que de
algún modo mitigaba el frio intenso de cordillera.
Fue la única noche en toda mi vida en la que sentí claudicar
a mis ideales, después de casi dos horas y media de plena pesca, empapado en
agua totalmente congelada hasta el vientre, pescamos cerca a dos docenas, no
fue una buena la noche, así que me sentí
un tanto frustrado y con todas las ganas al tope de renunciar y dejarlo todo,
no sentía los dedos de mis pies, tampoco de mis manos, mis ideales siempre habían
sido: - “Lo que inicies siempre
culmínalo, así esto demande más de lo planeado”, pero esa noche lo único que
deseaba por sobre todo, era regresar al vehículo y encender el calefactor a ver
si con eso podía sentir mejoría. Con todos esos momentos muy desagradables pero
al mismo tiempo únicos regresamos a los vehículos, después de casi una hora
comencé a sentir nuevamente los pies y las manos con un dolor increíble.
Ahora comprendo que todo ese momento fue maravilloso, no
porque lo recuerde con mucho aprecio o me guste exponer mi integridad al borde
de una hipotermia irreversible, sino porque me enseño a comprender mejor muchas
cosas que hasta ese entonces desconocía.
Nunca subestimemos el sentir de nuestras emociones, lo que
sentimos segundo por segundo en esta vida, es producto de muchos procesos que
hace nuestro organismo para recién comprender realmente lo que estamos
viviendo, todo en la vida está en nuestra mente, si tenemos la habilidad para
controlar nuestras emociones, genial, pero hay algunas situaciones que simplemente
son inmanejables.
Disfruté al día siguiente, el sol, la piscigranja, el sol
quemándome a rabiar que hasta ahora tengo sus vestigios, ya de regreso reíamos
por todo, cansado, extasiado pero satisfecho por toda una gran travesía.