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domingo, 24 de febrero de 2013

DE PESCA POR LOS CAMINOS DE LA VIDA



Estos últimos días han sido muy cansados por muchas razones, haciendo mi travesía por veces hasta caótica, con mis sueños contenidos y las angustias que generan al sacrificar momentos que corresponden a las personas que amo y las trunco por seguir “responsabilidades”, los únicos anhelos son cumplir obligaciones encomendadas de un triste trabajo que mal o bien, consume más de la mitad y medio de todos esos días.
Cada día y momento que sigo estas rutinas me consumen hasta el cansancio, la idea de, si realmente disfruto de cada detalle que veo pasar, o lo que alcanzo a ver en el horizonte cercano o lejano son esos horizontes que alguna vez soñé, las ideas de mis pensamientos se encierran en fantasías de hechos que no sé, si algún día los alcanzaré.
Los trotes del correr de mis días son como vorágines de aguas de altamar, que a veces se rompen con frenesí en una playa pedregosa.
 
Observo pacientemente todo lo que alcanzan ver mis ojos, los pequeños y grandes sucesos de un diario ya casi cansado, marcado por muchos silencios y secretos que sabe Dios conocemos únicamente, él y yo.
Miro a mi entorno mientras veo enseñorearse a algunos amigos creyendo que nadie se da cuenta de sus actitudes, los que dicen ser mas fuertes o más hábiles que uno, entonces uno se queda relegado y en el olvido o es lo que parece, día por día me convenzo que las cosas en la vida no son como simplemente las observamos, ahora comprendo mejor un viejo dicho que me decían: ”cuídate de las aguas mansas que de las bravas siempre estaremos atentos”, cuanta verdad encierran al sacar deducciones, como fuera esta vida si realmente se supieran todas las cosas ocultas que a diario las tenemos que reservar, por ética o porque simplemente se siente mejor así.
 
Al comenzar a escribir este fragmento no tenía ni idea de lo que iba a escribir, ya que comencé a escribirla hace más de un mes y la dejé por simple cansancio o no me inspiraba nada, desde ese momento hasta ahora nunca imaginé lo que me tocaría vivir durante este último mes, pasaban las primeras semanas de enero cuando conocí a Karen, una bella persona de nacionalidad ecuatoriana de unos metro setenta hacia arriba, muy carismática, siempre con una sonrisa en la cara y directa con las cosas que decía, pero al mismo tiempo con una ternura que en muy poco tiempo me sentí como si la conociera desde mi infancia.
Con una piel muy tersa y clara, sus labios en natural que parecía una rosa en botón haciéndola ver perfecta, venia mil pensamientos a mi empobrecida mente, buscaba darle sentido a las cosas que en ese momento me tocaba vivir, era demasiado duro conocerla y después decirle adiós ya que gracias a un milagro nos cruzamos en el camino, conversamos de todo y sin reservas, pero así tan pronto como la vi también se fue alejando en el suburbio de mi soledad o no sé si yo decidí abandonarla demasiado pronto.
Los que me conocen o los que creen conocerme de seguro no comprenderán esto, precisamente a esto me refiero cuando señalo que reservamos secretos y nadie conoce nuestras vidas sino uno mismo.
Los días transcurrían sobresaltados y tensos en el trabajo, los gastos diarios, las responsabilidades como de casado en la casa que a veces me matan tan solo con pensarlo.
Dios nos pone circunstancias que de seguro no serán para tomarlas y vivirlas por vivir, pero si los permite entiendo que son por algo y esa es una gran razón de ser, mis razonamientos a veces se alteran y tratan de encontrarle un perfil a mis actitudes y algunas veces fracasan en el intento, a veces no espero nada y llega,  siento estar seguro de algo y me doy cuenta que estoy equivocado, cuando pierdo las fuerza o bajo los brazos, alguien llega a mi costado para levantarlas y darle sentido a mis convicciones, esos ángeles que nunca faltan y siempre están a mi entorno, por eso no tengo palabras con que describirlas solo agradecimientos con todos ellos.
Esta vida muchas veces es como una mezcla de pasiones robadas, amores perdidos entre sabanas ajenas y deseos exóticos, con lógicas inversas y con matemáticas que no suman ni restan, donde no existen consejos perfectos que seguir o reglas de vida infalibles.
Esta vida son como seres que divagan por el sendero sin conocer el significado de ser humano, cual bestia indócil que se guían simplemente por sus instintos, o sin reparos de si todas  esas circunstancias sean convenientes alguna vez.
 
Esperaba después de mucho tiempo, un abrazo aunque fingido o un beso robado, pero no sabía el momento para esperarlo o dónde encontrarlo, ni tampoco hallaba un lugar donde buscarlo, pero más temprano que tarde en medio de este verano agobiante cayó una ángel del cielo trayendo consigo a miles de deleites sobre sus alas, dándome otra razón más para creer que no todo se sueña y se alcanza, a veces vienen por fuerza de su voluntad.
No supe que llegara tan temprano y que las coordenadas de cada línea que se mueven delante de nuestros pasos se acercarán tanto y estallaran como si fueran momentos perfectos, esos que nos hacen temblar el cuerpo por descubrimiento o por pasión, que nos convulsionan al saber que estamos  nadando en corriente contraria convirtiendo los deseos en realidades mágicas.
 
Pues sí, nuestras casualidades se juntaron de una forma extraordinaria matando esas angustias de afectos contenidos por mucho tiempo, de esas largas semanas que parecían siglos de espera, curiosidades que nos zumbaban al oído, susurros que nos dejaban escuchar el latir de nuestros corazones a lo lejos pero tan cerca a la vez. No nos importó si era correcto o no, porque ninguno preguntó, éramos culpables ante la inquisición pero eso no cambiaba la situación, estaba convencido que nadie hace las circunstancias si no es Dios, nadie nos llena de amor si no es él, nadie nos inspira como nadie en la vida si no es él también, dejamos libres al viento lo incontenible y así fue.
Una semana más que se cerraba con todas las situaciones casi tan sobrenaturales, no esperados en muchos casos pero tal vez soñados, aunque que en el fondo de mis pensamientos las había cavilado alguna vez, pero no por ello los había esperado como tal.
 Tenía un fin de semana muy prometedor, un viaje a casi mas de ciento treinta kilómetros al norte de la ciudad, las emociones siempre están al tope cuando sabemos que los días o momentos que vienen son más que interesantes y precisamente estaba ante una situación  así, llegó ese momento y enrumbamos en medio de un dulce atardecer, acompañado de un lloriqueo que era de mi sobrina muy pequeña que también quería ir a la aventura, no le permitimos, porque en realidad el lugar a donde íbamos no era muy apropiado para su edad,  yo estaba de copiloto con otros dos amigos más sentados en los asientos posteriores y mi cuñado sentado en el volante como siempre con su serenidad y sencillez, reíamos a la vez por una u otra situación que alguno de ellos había pasado y se animaban a contarlos.
El camino fue muy agradable, cada uno compartía sus vivencias o sus anécdotas, reíamos cuando nos parecía muy hilarante o nos quedábamos en silencio cuando eran un poco tristes, cuando me toco contar pues no conté nada de lo que había vivido, puesto que el entorno de mi familia siempre han visto en mi a una persona muy centrada y seria, sería muy contraproducente contarles algo que puedan escandalizarlos o puedan dañar a su a moral, así que solo alcance a decir que estaba muy cargado de trabajo y esa era toda mi vida por el momento.
La noche nos alcanzó antes de llegar al destino, el camino en parte era agobiante porque habían unidades pesadas, retroexcavadoras, cargadores frontales y otras maquinas más, empleadas para hacer el asfaltado de toda esa vía, no previmos nada de eso, ya estábamos en medio de ello, solo quedaba seguir adelante, con mil peripecias, silencios de momentos prolongados y en medio de una luna llena impresionante que abrazaba con su brillo nuestras expectativas,  llegamos al lugar, faltando pocos minutos para ser las diez de la noche. 
El lugar no era precisamente como me habían comentado, era un valle con cumbres muy empinados que se levantaban a ambos lados del río, veía por los cristales de las parabrisas el fondo de ese valle iluminados tenuemente por el resplandor de esa bendita luna, mientras se dejaba oír claramente el susurro del rio al que al fin teníamos que enfrentarnos,  me apresuré en abrir la puerta del vehículo mientras sentía invadirme  un frio muy seco que calaba desde mis manos hasta mi rostro, descendí con muchas ganas de hacer lo mejor que podía hacer, comencé a desvestirme para cambiarme de ropa, de algún modo tenía que usar algo más apropiado para sumergirme en el agua, que hasta ese entonces solo me hacía la idea, si realmente era fría o no
Ya con todas las puertas abiertas, hasta la puerta posterior de los vehículos, nos cambiamos casi en silencio, uno que otro me animaba señalándome que era mejor que todos de ahí en la pesca, yo era el único de mi grupo que conocía mejor de todo esto y no podía vacilar mucho dependía de mí el éxito o el fracaso, ya con las ropas cambiadas, sintiendo el frío cada vez más fuerte, me encomendé a Dios como siempre acostumbro hacerlo y me sumergí de a pocos en  ese río de agua helada en una noche impredecible listo para hacer de mi noche, las pesca más fructífera de todos estos tiempos, pues sí, el viaje tan largo fue tan solo con ese objetivo, pescar truchas, el sabor de este pez de agua dulce es una exquisitez para los que alguna vez saboreamos su carne, la ambición por pescarlos era la que de algún modo mitigaba el frio intenso de cordillera.
Fue la única noche en toda mi vida en la que sentí claudicar a mis ideales, después de casi dos horas y media de plena pesca, empapado en agua totalmente congelada hasta el vientre, pescamos cerca a dos docenas, no fue una  buena la noche, así que me sentí un tanto frustrado y con todas las ganas al tope de renunciar y dejarlo todo, no sentía los dedos de mis pies, tampoco de mis manos, mis ideales siempre habían sido:  - “Lo que inicies siempre culmínalo, así esto demande más de lo planeado”, pero esa noche lo único que deseaba por sobre todo, era regresar al vehículo y encender el calefactor a ver si con eso podía sentir mejoría. Con todos esos momentos muy desagradables pero al mismo tiempo únicos regresamos a los vehículos, después de casi una hora comencé a sentir nuevamente los pies y las manos con un dolor increíble.
Ahora comprendo que todo ese momento fue maravilloso, no porque lo recuerde con mucho aprecio o me guste exponer mi integridad al borde de una hipotermia irreversible, sino porque me enseño a comprender mejor muchas cosas que hasta ese entonces desconocía.
Nunca subestimemos el sentir de nuestras emociones, lo que sentimos segundo por segundo en esta vida, es producto de muchos procesos que hace nuestro organismo para recién comprender realmente lo que estamos viviendo, todo en la vida está en nuestra mente, si tenemos la habilidad para controlar nuestras emociones, genial, pero hay algunas situaciones que simplemente son inmanejables.
Disfruté al día siguiente, el sol, la piscigranja, el sol quemándome a rabiar que hasta ahora tengo sus vestigios, ya de regreso reíamos por todo, cansado, extasiado pero satisfecho por toda una gran travesía.
 

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