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martes, 19 de marzo de 2013

"Nuestro pasado, presente en el mañana..."


Este es un monólogo sobre una de las realidades sociales, que implícitamente vemos a diario, de seres humanos que aparentan felicidad a todas luces. Sin embargo muchos de ellos viven en soledad y las prefieren argumentando “más vale solo(a) que mal acompañado(a)”.
A estas personas, con frecuencia se les acusa de acobardadas ante la vida; de pensar demasiado, dando a entender que estérilmente dan vueltas a cosas que ya pasaron.

¿Cómo explicar la sutil diferencia entre ambas actitudes tan extremas como inconvenientes?
Quien piensa demasiado, ciertamente suele incurrir en el error de reiterar el mismo proceso sin poder hallar diferencia y martirizándose con el mismo, al recordar una circunstancia dolorosa que no logra comprender,
Pero tampoco se puede convivir con incógnitas que nos duelen o limitan. Mucho menos, auto engañarse con un “ya pasó” o “no había otra posibilidad. Hice lo mejor que pude” y similares. Porque ahí sí que quedamos inconscientemente muy limitados a poder afrontar nuevamente situaciones similares
La pregunta es ¿cómo lograr el proceso de pensar lo suficiente y llegar a respuestas satisfactorias para el propio inconsciente (ego)?
“Déjalo fluir”. Es una expresión muy acertada pero poco comprendida en su verdadera o correcta aplicación. Porque no se trata de “dejarlo por completo” al tema que nos afecta; sino de intentar ACEPTAR que ocurrió y que aparecerá una respuesta adecuada cuando logremos dejar de lado al dolor y revisarlo cada tanto lo más des apegadamente posible. Es decir: sin que nos emocione o duela como para poder analizarlo con más objetividad y poder notar detalles que sólo se ven “desde afuera” de la situación, si se tiene una buena información de los detalles, pero las emociones, el sentir, nos enturbian al pensamiento analítico.

La mayoría de las personas, amistades o parientes bien intencionados, incurren en el error de apresurar conclusiones, por presuponer que se consustanciaron de los detalles y que conocen bien a los mecanismos que se detonaron o participaron en la cuestión. De allí que prejuzgan y dan respuestas que NO SATISFACEN interiormente, con lo cual la persona queda en soledad acompañada de incomprensión que, a veces, es mucho peor que estar físicamente solos. Porque nos hacen sentir que somos nosotros los “desubicados” que “no quieren asumir la realidad” o “la verdad de las cosas”.

Muchas situaciones son parecidas entre sí y, si bien el mecanismo psicológico emocional es el mismo, cada individuo necesitamos de un código específico  para poder ENTENDERLO y ASUMIRLO.
Alguna vez me pasó de “ENAMORARME” (ilusionarme) de personas inconvenientes para mí. Personas con las cuales otros (sobre todo amigos), a simple vista, se preguntaban “¿Qué hace éste con ella? ¿Qué le vio?” ¡Y hasta me lo preguntaban abiertamente!.

Las primeras veces, lo atribuía al prejuicio de que los demás no habían logrado notar los detalles que SÍ tenía, que a mí me “llenaban” de esa persona. Sin embargo, la continuidad de desilusiones, no sólo de pareja, sino también de amistades, me obligó a replantearme y analizarlo una y otra vez, obsesivamente, hasta que por fin descubrí el mecanismo.

Sin embargo, a pesar de que me habían dado la respuesta del mecanismo que se activaba en mí con cierta tipología de personalidades, me llevó algún tiempo terminar de comprenderlo en sus detalles específicos y aceptar emocionalmente a la cuestión que me impulsaba a “enamorarme” con demasiada facilidad de quienes eran obviamente incompatibles conmigo.
Socialmente se nos inculca y condiciona desde muy pequeños a quedarnos con las primeras respuestas o, de no dar resultado, aprender a convivir con la incógnita y limitación que conlleva.

A esto, se suma y concatena que llevamos modos de vida muy sedentarios. Demasiado hipócritas en lo psicológico y emocional, sobre todo por cortesía y tratar de no herir sentimientos ajenos innecesariamente; o tan sólo por la comodidad de evitarnos complicaciones con largas explicaciones que, para peor, asumimos que “no las entenderán”.

No es que los demás, sobre todo si nos aprecian de verdad, no las puedan entender. Somos nosotros los incapaces de poder explicarlas adecuadamente. Lamentablemente en nuestra sociedad nos hemos acostumbrado a copiar todo lo que nuestros ojos alcanzan a ver a primera vista, a eso me refiero cuando señalo como primeras respuestas, o nos convencemos muy fácilmente a analogías confusas, llenamos nuestra mentes buscando en la web información “basura” .
Porque como digo: Estamos tan condicionados desde muy pequeños a modos de vida repletos de falsedades ideológicas y de conducta, que ni nos damos cuenta de las verdaderas raíces de un asunto cuya explicación habitual resulta superficial; como encaminar fuera de uno mismo a toda la culpa de aquello en lo que fracasamos. En especial, cuando son situaciones que se reiteran con diferentes personas.
La “culpable” no fue por completo la persona a la que alguna vez la tratamos como si fuera el centro de nuestras vidas. Ellos cometieron una variante del mismo error que nosotros: Seguir sus propios “mandatos internos” que se interconectan en el inconsciente y pueden ser muy diferentes de los nuestros.

Mis padres siempre han sido muy exigentes y correctos con su educación y disciplina, pero muy a menudo consentidores en los afectos para con sus hijos, algunas veces muy rígidos hasta con los permisos escolares. Lo cual es muy común en infinidad de padres. En mi caso puntual, eso me llevó a asumir que “quien te quiere te aporrea ” o más bien “MIENTE a cambio de demostraciones de afecto, que con el tiempo asumes como “naturales”.
Así, inconscientemente “aprendí” (o asumí) que el afecto tenía el “precio” de dar más allá de lo lógico para una relación recíproca. Incurrí en “dar demasiado” para recibir demostraciones de querer en lugar de verdaderamente amorosas. Me dejaba usar por las demás que sabían fingir aprecio por mi “valor humano”, o por la forma como pienso o hilvano cada cosa, especialmente del sexo opuesto.
En otras palabras, mi “talón de Aquiles” era nada menos la necesidad de protección y calor humano. Ése calor humano que recibí en exceso en mi más tierna infancia y, de por vida, quedé “lleno de eso”. Me quedó tan grabado en el inconsciente, que estaba dispuesto a casi cualquier cosa por obtenerlo “ya” y en abundancia. O simplemente con cuentagotas, pero constante.

Aunque cueste creerlo, la conducta psicológica y emocional que dan los padres condicionan terriblemente el futuro de los hijos en tales aspectos.
¿Mejor ejemplo que la cantidad de mujeres que se casan con “machistas golpeadores”, porque “mamaron” eso como ejemplo en sus propias familias, dando por obvio (inconscientemente) que el “hombre” debe de tener ciertas características así?
¿O de hombres que se buscan mujeres que les mientan amor y sólo los usen a cambio de fingirles afecto?

La cuestión es que, si tenemos claro cuánto nos condicionó inconscientemente el ejemplo de nuestros padres, familia y entorno cercano en la más tierna edad, más fácilmente podremos también darnos cuenta de los detalles que se concatenan en nuestras conductas de fracasos reiterados o cosas que nos cuesta horrores poder superarlas o que no nos induzcan a fracasar inconscientemente, a tener actitudes reprochables. Esto es algo mucho más común de lo que se reconoce socialmente.

Al margen de las cuestiones específicas de conductas erróneas originadas en el ejemplo de la más tierna edad, también está el mecanismo que comento al principio: De obsesionarse sin lograr el necesario desapego psicológico emocional, para poder ver con claridad objetiva a las circunstancias, que no implica olvidar por completo, sino aprender a tomarse las necesarias pausas, para que PAREZCA olvidado, pero luego, cuando ya estemos descansados y en condiciones de retomarlo como quien lo ve “desde afuera”; no tardará en aparecer la respuesta más adecuada y que realmente conforme a nuestro ego  para que no nos limite y condicione a temer la reiteración de circunstancias favoreciendo a que acontezcan de nuevo.
Nuestro ego es así; suele buscar que reiteremos aquello que nunca logró comprender del todo. Nos impone desde el inconsciente a que nos metamos en situaciones dolorosas análogas a lo que no comprendió, para VER SI ESTA VEZ LOGRAMOS EXPLICARLE adecuadamente, de tal modo que lo entienda ¿Cuál es el mecanismo que debemos entender para que NO DUELA? ¿Dónde estuvieron los errores y por qué sucedieron?
Teniendo claro que no le basta con que respondamos “esa persona era perversa” “lo hizo por idiota” o similar. Sino que hay que comprender verdaderamente qué impulsó también a los terceros a “lastimarnos”, sea adrede o no.
Mientras no se tenga en claro a eso, inútil resultará “dejar de pensar” o auto engañarse con el “simplemente vivir” y el “déjalo fluir”. Pero tampoco hay que darle vueltas obsesionadas desde el dolor. Es necesario “dejar madurar”, que se asienten las emociones que “enturbian el agua” del pensamiento objetivo; para entonces sí, intentar hallar los detalles que se nos pasaron por alto y son claves.
Este no es un proceso que se logra de buenas a primeras. Es más eficaz hacer pausas frecuentes que verte obligado a detenerte por completo”; es verdad hay que hacer una pausa para reflexionar sobre el mismo con cierta periodicidad, estilo terapia psicológica y hasta durante años si es algo muy profundo y no tenemos ayuda adecuada, o no sabemos bien cómo y por dónde buscar los puntos claves.
El “no pensar más” en algo que dolió y no se comprende en su completa dimensión, es análogo a la actitud de un robot que pierde parte de sus capacidades e intenta continuar haciendo todo “como si nada”. Con lo cual termina siendo una caricatura tan épica como absurda, del que no deja de tratar de alcanzar un objetivo al perder un brazo; luego el otro; con una sola pierna; arrastrándose y chisporroteando sus cables y circuitos por casi todo el cuerpo. Hasta que sólo queda un dedo suelto que se desplaza como oruga, orientado a control remoto por la cabeza que quedó muy atrás, volcada y sin poder ver el objetivo.
¿Exagerada analogía? ¡Si pudieran comprender los “retazos” de ego que son muchos adultos y ancianos muy prejuiciosos y de mentes cerradas, se darían cuenta que NO ES “exagerada” tal analogía con el robot, ante la conducta de “seguir igual” y “dejarlo fluir” sin más!
Lo que sucede, es que es una verdadera hazaña épica interior lograr desanudar a los propios prejuicios y limitaciones. No por nada alguien aseveró algo así como: "Nada más difícil de vencer que un prejuicio enquistado"; es difícil renovar todo lo que en nuestro interior cargamos, así estemos convencidos que podemos hacer mejor las cosas.
Los días, las semanas nos confirman que todo lo que llevamos adentro son conductas o hábitos de frutos de nuestro pasado, de esos momentos que marcaron un antes y un después en nuestro caminar diario. Una traición de alguien que representaba algo muy importante tal vez?, el engaño o la maldad de algún compañero de trabajo o algún jefe inmediato?.

Te invito a reflexionar sobre estos temas y sacar tus propias conclusiones con tus propios argumentos, ¿qué patrones de conducta has formado a partir de un suceso grande en tu vida, los cuales ahora te cuestan manejar?¿qué recuerdos quedan de tu infancia ahora que ves el mundo de otra manera y con otra óptica?. Asumes muchas cosas como parte de tu personalidad o quién sabe si a causa de esa actitud no eres aceptado(a) en tu entorno.

Muchas veces los padres con las buenas intenciones de darles una vida placentera convierten a sus hijos en acomplejados y dependientes de ellos mismos, haciéndoles carentes de personalidad que hoy en día se demanda para hacer el bien a nuestra generación.
Ciro. O

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